martes, 10 de mayo de 2011

El escritor obrero que tradujo a Neruda

Debo confesarlo, lo entrevisté por lo que los franceses llaman "politesse", ese exceso de amabilidad y cortesía que según muchos extranjeros tenemos en Colombia. No conocía a Kjartan Flogstad, nunca había leído su obra y entrevistar a un escritor que desconozco me parecía algo vergonzoso y típico del periodista mediocre que pulula en nuestros medios culturales. Así que, como dice un amigo, hice la fácil y me puse a hablar con él de su vida. A la media hora estaba en una pieza, reflexionando sobre la realidad y pensando en qué carajos estoy haciendo con mi tiempo acá.

Lo único que sabía de Flogstad es que era noruego, uno de los dos escritores de esa nacionalidad que este año trajo la Feria Internacional del Libro de Bogotá para que en el país conozcamos las letras de ese país, decisión inteligente porque hasta estos días si me preguntaban por un escritor de Noruega sólo podía hablar de Ibsen, el autor de una novela que me encantó cuando era chiquito: "Un enemigo del pueblo". Ahora puedo meter en la lista a Lars Saabye Christensen y a Flogstad. Especialmente a Flogstad, ese tipo con pinta de profesor europeo con la vida más aburrida del mundo que me enseñó que los aburridos somos los demás.

Hablando con Flogstad, que te pide que le digas Kjartan y te explica que se pronuncia como "Schartan", me contó que había estudiado literatura y lingüística para luego empezar a trabajar en las fábricas... ¿Cómo? ¿El tipo se gradúa de la universidad y se mete de obrero? Ese fue el primer paso para conocerlo: él es el escritor obrero.

"Mi vida como trabajador me dio un sentido crítico ante la cultura oficial", explica ante mi cara de asombro. "Muchas veces es un pretexto solamente para tomarse en serio algo y la burguesía tiene un montón de rituales vacíos que no me interesan. Eso me dio también un tema en el que no hay tantos artistas mundialmente que sepan mucho de eso, que tengan experiencias propias de trabajar en fábricas, con máquinas, con trabajos específicos".

Hasta ese punto pensé que se trataba sólo de una experiencia de vida, la apuesta de un joven que pretendía ser escritor pero al que la perfecta sociedad noruega no le ofrecía las dificultades necesarias para encontrar temas. "El tipo se metió de obrero para poder escribir de algo", pensé, pero no. Su compromiso es con una lucha y con una clase: la clase obrera con la que se siente plenamente identificado.

Admito mi ignorancia; yo pensaba que en Noruega no se dan ese tipo de luchas que suenan tan alejadas a la imagen de perfección social nórdica, pero él me corrigió: "Sí, se dan ese tipo de luchas. La novela negra de Escandinavia trata exactamente de eso porque desde afuera Escandinavia es un mundo perfecto, un mundo feliz bajo el cual se esconden muchas cosas. Esta novela negra tiene lugar en un mundo perfecto como el de la novela negra inglesa o californiana. Es lo bueno, la literatura revela el lado oscuro", dice Kjartan con una amable sonrisa.

Su compromiso con la lucha obrera lo llevó a Chile a comienzos de los 70, maravillado por el proyecto de Unidad Popular que había llevado a Salvador Allende a convertirse en el primer presidente marxista elegido democráticamente en la historia: "Llegué a Chile durante la Unidad Popular y sí, tengo muchos amigos chilenos y muchos amigos que tuvieron que huir de Chile durante la dictadura, así que estuve muchos años trabajando con el movimiento de solidaridad y he vivido en Chile".

Su español es perfecto y su vida es azarosa. Su recorrido por el mundo conociendo y escribiendo, siempre con temáticas en las que narra la vida de los trabajadores, del pueblo, lo trajo incluso a Colombia en los 70 y lo ha llevado a ser un novelista de gran fama en Europa; fama que por supuesto no le importa, así como no le importa que muchos críticos lo señalen por ser políticamente incorrecto en sus denuncias: "Para mi lo de correcto e incorrecto es un concepto difícil. La experiencia existencial de ser parte de la clase obrera es clave. Nos soy un marxista de cuando el marxismo estaba de moda entre los intelectuales, no, nos soy ese tipo de escritor, mi manera de pensar y de escribir tiene raíces en el trabajo mismo".

Y de pronto, de la nada, me soltó una confesión brutal: el novelista Flogstad nació en Latinoamérica: "Cuando llegué a América Latina era poeta y cuando salí era prosista. Los narradores de aquí me enseñaron que la prosa podía tener toda la riqueza del idioma".

"Para mi Cortazar ha sido el escritor más importante latinoamericano y después de tener muchos problemas durante dos décadas con Borges, estoy volviendo a Borges y hace poco estuve traduciendo algunos marginales de su obra. La literatura rioplatense en general me ha influenciado mucho", agrega.

Y entre esas influencias, aunque no son precisamente del Río de la Plata, está Neruda, el poeta que conoció cuando visitó Chile por primera vez y al que se tomó el atrevimiento de traducir al noruego, abriendo su obra hacia nuevas fronteras. Flogstad admite el riesgo y el reto de la traducción, pero la disfruta: "El carácter robusto de la poesía de Neruda hace que sea imposible destruirlo todo. En la traducción siempre se pierde algo pero siempre se puede agregar algo".

Y ese algo es una de las grandes experiencias de su vida como traductor: "Estaba en una conferencia de traductores de Neruda en Bélgica hace unos años y estuvimos para presentarnos nuestras traducciones en una sala muy fea, con gente que pasaba sin estar interesada en la poesía de Neruda. Yo empecé a leer uno de Los versos del capitán y de repente comenzó un silencio total, como si un ángel hubiera pasado, sólo por el ritmo, por la música, por la cadencia de su obra. Creo que de vez en cuando se puede hacer no sólo algo que vale la pena con una traducción, sino lograr algo de un nivel igual".

Este hombre, que también escribe letras de canciones ("Me da mucho placer", confiesa), no olvida nunca sus raíces obreras. Contando anécdotas me dejó con una que aún me está dando vueltas en la cabeza: "Estuve en el sur de Chile, cerca de Concepción, y hay en la ciudad una mina de carbón que la boca estaba al lado del océano pacífico y para ir a la mina hay que ir en ascensor un kilómetro hacia abajo. Los obreros me invitaron a ir con ellos al frente y bueno, bajamos un kilómetro, luego entramos en un tren y avanzamos siete kilómetros hacia China (ríe). Después fuimos caminando más hacia China y luego nos arrastramos hacia el frente. Estuvimos a diez kilómetros de tierra firme bajo del océano con 700 metros de roca sólida y 300 metros de agua sobre nosotros. Era como estar debajo de esa mesa (señala una mesita de café) y fue una experiencia existencial total... era un ambiente muy tranquilo. Hace calor estamos abajo, estamos todos semidesnudos y en una intimidad muy grande y pensaba que algunos trabajos llevan a los trabajadores a los límites de la existencia... y yo estuve con ellos ahí".

Bueno, después de eso no quedaba de otra y nos fuimos a tomar cerveza, y hasta en eso es fiel a su vida Kjartan Flogstad: pidió un Águila bien fría...

1 comentario:

  1. Esa mina de carbon, en Lota es la que inspiro al escritor Baldomero Lillo a escribir el cuento "El Chiflon del Diablo" en el libro Subterra.
    Un abrazo Fernando Maurin

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